Sus ojos se llenan de lágrimas y te da las gracias cogiéndote de las manos. Y tú miras para ella y no sabes qué contestar.
Estás en un balneario. Fuiste con un grupo y sin acompañante. Enseguida lo encontraste. ¡No solo vas tú a habitación individual!
Los responsables del hotel, conociendo la dinámica de los grupos, ya habían asignado habitación y hora de los tratamientos termales a cada persona. Y crees que no es casualidad que las habitaciones individuales estén juntas y que la hora a la que tienen que ir a los tratamientos también coincidan.
Y pasa lo inevitable. ¡Que te juntas con otra persona solitaria! Con la buena fortuna de que es la primera vez que va a un balneario y los dos primeros días que va de vacaciones en 14 años. ¡Y está deseando que tú tomes la iniciativa! Así que ¡tienes acompañante que no cuestiona y agradece todas tus decisiones!
Comienzas enseñándole cómo se utiliza la tarjeta para abrir la habitación y para cerrar la caja fuerte. Es pronto, así que te decides a utilizar la piscina. Pili te sigue. Nadas hacia un chorro de agua y sientes que te alivia el dolor de espalda. Miras a ver que hace ella y observas que no se ha movido de la entrada de la piscina. Te acercas y le haces observar que se hace pié en toda la piscina. Después del baño y antes de cenar te apetece leer un poco, pero Pili no se separa de ti y quiere conversación.
Al entrar en el comedor, a la hora de la cena, un camarero os dirige a una mesa inmensa a pesar de que hay muchas mesas libres. ¡Ahí empiezas a tener la conciencia de grupo!
Nosotras, las solitarias, nos sentamos en el único lado de la mesa no ocupado por nadie. Es la primera vez que te encuentras con ella. María tiene cabellos blancos y una expresión dulce y risueña. Está acompañada por su marido. Los dos están sentados en una esquina de la mesa formando una ele. Su hablar es pausado. Respiras tranquilidad cuando la oyes. Su marido es tímido pero se arranca a hablar cuando Pili le da conversación. Él es de los que apenas intervienen en un grupo, pero no para de conversar si establece un diálogo con otra persona.
En la otra esquina están sentadas una mujer mayor y otra más joven. Enseguida te enteras de que son madre e hija. La comida es tipo buffet. Observas que Francisca se levanta continuamente del asiento. Regresa con más comida. Miras los platos de madre e hija y están a rebosar. Al final cuando el camarero retira sus platos, observas que con lo que hay en ellos daría para cenar dos o tres personas más.
–Mañana ya habrán aprendido y cogerán menos comida –piensas equivocadamente. Al día siguiente y al otro se repite lo mismo. ¡Y ninguna de las dos está obesa!
–¡Han traído más comida! ¡Si no la cogemos se va a terminar! –nos hace observar Francisca un día sí y otro también. Su madre aguanta estoicamente que le ponga más.
–Francisca, ¿por qué no esperas a terminar antes de servirte más? –le dije un día.
– No puedo –fue su escueta respuesta.
Por la mañana nos encaminamos a los baños. No eliges. El personal te lleva a las salas correspondientes para las distintas técnicas termales. Decides no entrar en la sauna. Te da la sensación de que no vas a poder respirar. Cómo termináis pronto, os animáis a hacer una excursión por los alrededores. Una ruta de molinos. Sufres al ver a tu acompañante andando por senderos con zapatos de tacón.
–No he tenido tiempo de coger otros. Pero son muy cómodos. ¡No te preocupes!
Por la tarde vamos a la excursión programada, tú con botas de montaña y Pili con zapatos de tacón. Por la noche tenía reventados los pies.
Al día siguiente Pili ya se atreve a volar por su cuenta. Antes de llamar a su puerta, unos minutos antes de ir al tratamiento, oyes el ruido de la ducha. Esperas. Llamas cuando deja de sonar. No contesta. Insistes cada vez más fuerte por si no te oye. Nada. Me voy al tratamiento. La gente estaba esperando en la puerta a que abran. Abren. Pili no ha aparecido.
Te meten en la bañera de hidromasaje. Salen unos chorros tan fuertes que enseguida te empieza a picar la espalda. A los pocos minutos no puedes resistir. ¡Y eso que el total eran diez minutos! Te llevan a las camas calientes que consiste en camas de piedra, con azulejos pequeños, en forma de tumbona y calentitas. ¡Veinte minutos! Un poco antes aparece Pili.
–¿Qué te ha pasado que llegaste tarde?
–No llegué tarde.
–Pues no te vi.
Le dices que la esperas en la piscina.
–Tengo que ir a la ducha de hidromasaje porque cuando llegué estaban todas ocupadas –me dice al encontrarme en la piscina. Me quedo totalmente asombrada pero no le contesto.
–¿Por qué te dijo antes que no llegó tarde si, aparte de que no estaba entre el grupo que entramos a nuestra hora, ahora te dice que estaban ocupadas las bañeras? –te preguntas.
–Además no puedo bañarme ahora en la piscina porque como ayer no hice una técnica la voy a hacer hoy –continúa.
Te quedas muda. ¡Pero si ayer las hicimos juntas!
–¿Has desayunado? –le pregunto para cambiar de tema.
–No. Ya tomaré algo luego en la cafetería.
No se une a la excursión matinal. ¡Le duelen mucho los pies! Sigo pensando en el motivo que tenía para mentirme. A ti te habría parecido de lo más natural que quisiera repetir técnicas. ¡Al fin y al cabo, no sabía el momento que podría hacer otra escapada! Su trabajo la tenía ocupada hasta sábados y domingos. ¿Cómo imaginaba que te lo ibas a tragar?
Te animas a hacer una caminata a la orilla del río por un sendero bien cuidado. Al poco rato te encuentras de regreso con María y su marido. Tienen que hacer las técnicas antes de comer. Charlamos un poco. Te dicen que el camino es precioso, pero que no han llegado al final de la ruta.
Ves a Pili a la hora de la comida. Ya solo la ves a las horas de las comidas.
Esa noche hay baile. Lo ha organizado la animadora del hotel. ¡Desde luego que ella es animadísima! Se nota que le encanta su trabajo.
Al bajar al salón, después de cenar, observas a todo el mundo peripuesto. ¡Ellas esperaban que hubiera alguna fiesta y lucían sus mejores trapitos! Te quedas perpleja. A ti solo se te ha ocurrido traer, aparte de unos zapatos normales, botas de montaña y ropa de sport.
Francisca no para de bailar. Primero ella sola. Luego saca al marido de María, a Pili y pretendía que tú bailaras. Te niegas. No te apetece y te sientes incapaz de seguir su acelerado ritmo. La música está demasiado fuerte. Decides hacer fotos para pasarlo bien. Haces fotos de parejas bailando y de grupos. Al final se las enseñas y si les gustan te ofreces a enviárselas por whatsapp. ¡Te asombras de que nadie lo tenga, excepto la animadora! Tienes que mandárselas a algún hijo que lo tenga.
Les enseño a María y a su marido dos fotos de ellos bailando una canción lenta. Les gustan mucho. María te mira agradecida. Les pido un teléfono con whatsapp y me dan el de su hija.
–Dile a mis padres que están estupendos –es la respuesta de su hija.
Y entonces los ojos de María se llenan de lágrimas y me coge de las manos y mirándote a los ojos repite sin cesar: gracias. Y tú miras para ella y no sabes qué contestar. ¡Y te sientes feliz por haber alegrado a algunas personas con una cosa tan sencilla como una foto!